La
música nos da mucho a todos los que la consumimos con voracidad, nos aporta la
alegría cuando la precisamos, conduce nuestra pena cuando la padecemos, nos
enseña los caminos que nos sacan del abismo cuando nos perdemos, o nos acompaña
en el descenso a la nada cuando así lo queremos. Pero para conseguir ese efecto
el cantante, el compositor o el letrista han tenido que coger un trozo de su
alma y depositarlo en la canción para que sea la verdad que nos emocione.
Algunos consiguen que esta se regenere y no se agote, mas en otros podemos ver
como cada verso es un girón de su vida y cordura que se arranca de si mismo
hasta que ya sólo queda de él un recipiente vacío. Y cuando pienso en eso la
imagen que se me presenta es la de Antonio Vega.
Este
genio de la música española empezó muy joven a tocar en varios grupos hasta que
en 1978 forma Nacha Pop
con su primo Nacho
García Vega. Los dos se repartían los estilos, él los sencillos más
intimistas y el segundo los más movidas. Tras diez años de éxitos se separaron
y Antonio Vega continúa
con una línea de trabajo basado en desnudar su vida y sentimientos al público
que chocaba con una timidez casi patológica. La adicción a la heroína le va
destruyendo poco a poco, haciendo que en sus conciertos tuviera que hacer recesos
para poder descansar y coger aire. La muerte de su novia Marga y sus cada vez
más frecuentes neumonías hacen que sea consciente de su fragilidad, lo que le
mueve a intentar exprimir el tiempo que le queda en proyectos que le ilusionen,
como será esta versión sinfónica que hoy os traigo. A finales de 2008 le
detectan un cáncer de pulmón que acaba con su vida la primavera siguiente
cuando apenas contaba con 51 años.
La
letra es de lo más bello que ha dado la lírica española en estos últimos
treinta años. En ella se nos confronta la enormidad del universo frente a la
pequeñez de los seres humanos. Los miedos nos acechan en la vida y en los
sueños y necesitamos de una voz que nos diga que los monstruos no existen, que
los fantasmas están en infiernos y no a nuestro alrededor, que no estamos solos
frente al mal porque hay quien nos protege, alguien que nos dejará pasar a un
lugar donde estemos a salvo.
La
música arranca con la sección de cuerda que es secundada por la de viento hasta
que el piano da paso a la voz del solista. La primera estrofa tiene de fondo a
las flautas siendo rematada por los violines. A partir de la segunda la
orquesta comienza a tomar cuerpo subiendo el tono gradualmente, con ligeros
toques de guitarra. El solo de saxo con el coro y la orquesta es sencillamente
estremecedor, y el final espectacular con todos prendidos de la emoción.
© Antonio Vega, y RTVE.
Letra Original:
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Lucha
de gigantes convierten,
el aire en gas natural, un duelo salvaje advierte lo cerca que estoy de entrar En un mundo descomunal, siento mi fragilidad. Vaya pesadilla, corriendo, con una bestia detrás, dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más, me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz. Deja de engañar, no quieras ocultar, que has pasado sin tropezar, monstruo de papel, no se contra quien voy, ¿o es que acaso hay alguien más aquí? Creo en los fantasmas, terribles, de algún extraño lugar, y en mis tonterías para, hacer tu risa estallar, en un mundo descomunal, siento tu fragilidad. Deja de engañar, no quieras ocultar, que has pasado sin tropezar, monstruo de papel, no se contra quien voy, Deja de engañar, no quieras ocultar, que has pasado sin tropezar, monstruo de papel, no se contra quien voy, ¿o es que acaso hay alguien más aquí? Deja que pasemos, sin miedo.... Deja que pasemos, sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... Deja que pasemos, sin miedo.... sin miedo.... Deja que pasemos
sin
miedo....
sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... sin miedo.... |
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